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Turquía

La paz no es solo el silencio de las armas

Fuentes: Rebelión

La paz comienza cuando callan las armas, pero no termina ahí. La verdadera paz requiere limpiar las mentes y los corazones de la violencia y el autoritarismo. Una paz honorable solo puede existir mediante la democracia, donde todas las partes sean reconocidas como iguales. La paz no es sumisión: es un acto de valentía, una voluntad compartida, un compromiso con la convivencia. Por encima de todo, la paz es la elección honorable de kurdos, turcos, armenios, alevíes y todas las minorías que desean vivir juntas en esta tierra.

El 27 de febrero, Abdullah Öcalan llamó a la dirección del PKK en Qandil a disolver la organización. En respuesta, los dirigentes convocaron un congreso del 5 al 7 de mayo y anunciaron mediante un comunicado que cesaban sus actividades. Con esta decisión histórica, el PKK —fundado el 27 de noviembre de 1978 en la aldea de Fis, Lice (Diyarbakır)— puso fin a un proceso de cuarenta años marcado por el conflicto, la complejidad y la oscuridad.

El conflicto armado que comenzó con los primeros disparos en Şemdinli y Eruh el 15 de agosto de 1984 resultó en la muerte de 90.569 personas de las comunidades kurda y turca. Más de 15.224 efectivos de seguridad y civiles perdieron la vida en la lucha contra el PKK, con 34.394 heridos. Según algunas estimaciones, la guerra costó aproximadamente 3 billones de dólares —recursos equivalentes a construir dos Turquías. Si se hubieran utilizado para el bienestar del pueblo trabajador, el ingreso per cápita podría haber alcanzado los 30.000 dólares.

Antes de la declaración de cierre publicada el 12 de mayo, que tenía el tono de un manifiesto, se llevó a cabo un intenso proceso de negociación de cuatro meses entre el gobierno, Abdullah Öcalan y Qandil. La decisión de disolución se aplica tanto al PKK como a su organización paraguas, el KCK. El proceso de desarme será supervisado por el MIT (Organización Nacional de Inteligencia de Turquía) y se espera que concluya a finales de junio. Se han designado centros de desarme en Turquía, Irak y Siria. Una vez confirmado el desarme del PKK, se revisará la situación de 15.000 militantes y comenzará un proceso de “transformación democrática” respecto a los presos mayores y enfermos.

La disolución del PKK y el fin de su lucha armada no es simplemente el cierre de una organización: significa el cierre de toda una mentalidad, de un discurso, de una época. Refleja una transición hacia la convivencia, el debilitamiento de la desconfianza intergeneracional y el desvanecimiento de la creencia en la paz.

Este desarrollo no comenzó porque el gobierno de repente dijera “basta, volvamos a la democracia”. Fue impulsado por la presión de EE. UU. y la OTAN, la creciente agresividad de Israel en la región, el deslizamiento de Turquía hacia un régimen centrado en la religión alineado con el Gran Proyecto de Medio Oriente (GPMO), y el inminente fin del dominio autoritario del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo).

La decisión histórica no fue tomada de forma abrupta solo por presiones externas. Hace años, Abdullah Öcalan ya había declarado el fin de la lucha armada, afirmando repetidamente que el PKK debía disolverse, reconociendo la inutilidad de continuar por ese camino. Varios factores influyeron en esta conclusión: la experiencia acumulada del ejército turco en la guerra de guerrillas, su control absoluto de las montañas mediante tecnologías de drones y vehículos no tripulados, y la significativa transferencia de personal y recursos del PKK a Rojava en el norte de Siria. Más importante aún, la organización, en respuesta a las circunstancias cambiantes, ha pospuesto sus objetivos macro—como el derecho a la secesión y la gobernanza autónoma—optando en su lugar por centrarse en derechos de «ciudadanía igualitaria», como el reconocimiento cultural y la educación en kurdo.

¿Es solo el silencio de las armas?

Aunque la declaración de cierre del PKK enfatiza principalmente el cese del conflicto armado, también insinúa un cambio más profundo en la identidad organizativa y un reposicionamiento ideológico. La declaración transmite tres mensajes: primero, al Estado—afirma que la lucha armada ha terminado, pero las actividades políticas continuarán; segundo, al pueblo kurdo—declara que la lucha ha cambiado de forma, pero no ha terminado; y tercero, a sus cuadros—señala una transición a una nueva fase, afirmando que los ideales perduran. Esto demuestra que, si bien el PKK ha depuesto las armas, pretende continuar su lucha por otros medios.

Esperanzas e incertidumbres

La decisión del PKK de poner fin a la lucha armada ha fortalecido las esperanzas de un compromiso político democrático y ha reavivado un sentimiento de hermandad entre los pueblos. Aunque se sabe que el gobierno aprovechará esta oportunidad para prolongar su mandato, la expectativa de que cesen la sangre y las lágrimas ha generado un gran sentido de esperanza. Mientras que los círculos progubernamentales celebran este desarrollo como una victoria, el público en general lo aborda con cautela: persisten la incertidumbre y el escepticismo. La principal razón es el repentino cambio de postura de Devlet Bahçeli (líder del Partido de Acción Nacionalista) y de Erdoğan (Presidente de la República de Turquía), quienes han construido su identidad política sobre el sentimiento antikurdo y ahora, de repente, se presentan como aliados de los kurdos. Erdoğan, quien saboteó el primer proceso de paz, ahora se jacta de haber silenciado las armas mediante el poder del Estado, haciendo frágil el proceso. Además, su presentación del CHP (Partido Republicano del Pueblo) y de Ekrem İmamoğlu (alcalde encarcelado de Estambul y candidato presidencial del CHP) como enemigos, y sus ataques a los últimos vestigios de democracia para neutralizarlos, generan dudas sobre el futuro del proceso de paz.

¿Qué viene después?

Mientras se dan los primeros pasos hacia la paz, algunas acciones necesarias incluyen: adoptar un lenguaje unificador en lugar de divisorio; otorgar a los ciudadanos kurdos una ciudadanía igualitaria; asegurar los derechos culturales mediante una nueva constitución; relegar los enfoques asimilacionistas al pasado; evitar la creación de nuevos privilegios; desarrollar programas efectivos de rehabilitación para los militantes desarmados; restaurar a la Gran Asamblea Nacional de Turquía (TBMM) como plataforma principal del proceso; y asegurar una participación transparente y pluralista de todos los partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y actores locales.

continuará…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.